

Si algo te raya, manifiéstalo, si encuentras algo que no tenga sentido, predícalo, y si sientes que debes plantear tu punto de vista, desarróllalo.
Lo que más me llama la atención de todo lo que envuelve un día de jornada laboral es transporte público. No quiero entrar en ninguna teoría establecida ni analizar aquellas de grandes sociólogos como Émile Durkheim, Max Weber o Alexis de Tocqueville, pero no puedo negar la sensación de hormiga en un hormiguero o de átomo en una partícula. Los motivo no me sobran.
Empiezo por la sensación tan horrible que produce estar circulando y caminado durante 40 minutos bajo tierra y saber que el aire que respiras casi no viene del exterior.
Por otro lado es el sentimiento de masa, porque ni siquiera queda en la mano de uno el ritmo que se desea llevar, hay tanto atasco de personas que no hay margen ni tan siquiera para ir esquivando. Esta situación llega a ser tan exagerada que en uno de los tramos en los que tengo que pasar de una línea a otra llegamos quedarnos parados como unos tres minutos porque hay atascos de personas hasta que la gente consigue organizarse para poder acceder a las escaleras mecánicas.
Lo que más me alucina de todo es el individualismo que existe y que se percibe en este tipo de situaciones. Puede resultar bastante contradictorio hablar de masas e individualización en un mismo concepto, pero es que no hay forma de verlo más relacionado. Y la mejor metáfora para poder explicar esta sensación es la siguiente imagen.
En relación a lo que ocurre todas las mañanas el metro me indigna saber que ante todo este caos, ante todo este conglomerado de masa que se mueve bajo tierra con un mismo destino, la gran mayoría van inmersos en sus casco escuchando música y para peor desgracia leyendo un libro (no estoy en contra de ello, de hecho es la única forma personal de pasar el trayecto de forma más amena), que hace que su caminar sea dentro de una burbuja en la que ni siquiera hay posibilidad de giro cuando hay un pisotón, un empuje o una persona mayor con muletas que necesite un sitio para sentarse y tenga ir de pie. Con música y leyendo, la mirada sólo se levanta cuando se ha llegado al destino.
Para concluir, no quería dejar de mostrar la siguiente imagen.
Sé que se trata de un ejemplo exagerado. Se trata de una fotografía de Japón, donde debido a la gran afluencia que tiene el metro en ese país, han llegado incluso a contratar a empujadores de personas para hacer más efectivo el especio en un trayecto de metro.
Las líneas que tengo que coger todas la mañanas (línea 4 y 10, en determinadas paradas) les queda poco para llegar a este extremo porque no estamos muy lejos de quedar como “sardinas en lata”.
Desde que entro en la estación para ir a trabajar que son un total de 2, van sierre hasta arriba de gente, que te toca con sus manos, con sus barrigas y con la punta de sus narices en tu espalda que sirve de apoyo para que las personas que no llegan a agarrarse no se caigan en las exageradas curvas y los bruscos frenos que realiza en cada una de las paradas el metro.
He probado que el recorrido desde que llego a la primera estación hasta mi destino es una guerra de rápidos y habilidosos. Me entra una risa irónica cuando me fijo en las barbaridades que realiza la gente con tal de ganar una milésima de segundo más en su tiempo.
Juzguen ustedes mismo, pero no creo ser la única con esta sensación.
Sábado 20 de Noviembre: 4º Concentración Antifascista en el Valle de los Caidos, 13hs. Frente al Valle
Sábado 20 de Noviembre: Manifestación Antifascista: "Recupera tu memoria, conquista tus derechos. ¡Lucha de clases!", 18hs. de Cibeles a Sol
Domingo 21 de Noviembre: Manifestación. Contra el fascismo y toda autoridad ¡Recuperemos la calle! 12h. Atocha –Tirso
Así venían convocadas las concentraciones “antifascistas” en torno al aniversario de la muerte de Franco. Y es que me parece increíble que después de tantos años se siga alimentando un odio en torno a personas e ideologías que ya no existen o que al menos ya no tienen pie en la sociedad de nuestros días.
Acabo de aterrizar de Londres y ha sido increíble ver cómo se sienten los ingleses orgullosos de su historia, buena o mala. Es una historia que ya forma parte del pasado y que los conforma de una forma que hace que sean lo que son y que los identifiquemos por cómo son.
¿Qué sería el Reino Unido sin lo que fue?, y del mismo modo, ¿qué sería España también sin lo que fue?
¿Existe algún sentido en borrar el pasado que nos determina como presente?
Borrando un pasado, borramos nuestra identidad.