
El otro día, cuando me dirigía a dar las buenas noches a mis compañeras de piso para irme a la cama, las encontré viendo "Amar peligrosamente" una película basada en una historia que a nadie puede dejar igual, y que otra vez, me tentó a quedar en el sillón hasta las 00:00 que acabó.
Apartando de un lado la gran historia de amor que surge entre los protagonistas, hay que resaltar la verdadera historia de amor que ellos mismos tienen hacia la humanidad. El "amor peligroso" que requiere de toda tu persona.
Me da mucho qué pensar y qué reflexionar ver imágenes como las que se muestran en la película del devastado país de Etiopía, o de Camboya con los numerosos conflictos que ya ha vivido.
Día a día andamos por nuestro pequeño mundo con preocupaciones banales del día a día del tipo "¡ay!, que no tengo ropa para salir, pues no salgo", "¡ay!, vaya mierda el periodo de exámenes", "ay, si tuviera...", "si pudiese...", sin ser conscientes de las grandes carencias que hay en numerosas partes del mundo. No tenemos que viajar tantos kilómetros, sin irnos más lejos y dando la vuelta a la esquina de nuestras casa podemos no sólo encontrar a una sino a varias personas con carencias mucho superiores a las que podamos tener mucho de nosotros.
Las diferencias que podamos tener con las personas o con diferentes países del mundo no tienen por qué ser sólo materiales, porque existen también carencias de tipo educacional, social e incluso espiritual (la carencia que más duele y que más se siente).
Hace bastante poco escuché a una persona cercana a mí decir, que las diferencias que podemos tener con las personas no son culturales, porque además eso da lugar a asumir que no hay nada que hacer. Que es un hecho que el mundo está fatal repartido, por eso tenemos que asumir que no somos dueños de nada de lo que tenemos sino administradores.
Ahí queda la reflexión de la semana, que por lo menos ayude a valorar las numerosas gracias que tenemos.
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